Por: Iván Jiménez
El mito de Sísifo (puedes Googlearlo) menciona que, después de haber hecho y deshecho para engañar a los dioses, este personaje quede condenado a un castigo interminable: arrastrar una gran piedra desde el suelo hacia la cima de una montaña.
Cuando Sísifo está a punto de llegar a la parte más alta, los dioses arrojaban la piedra de regreso a la parte baja de la montaña, provocando que él repita el proceso una y otra vez.
De esto se han derivado interpretaciones. Una de ellas es de Albert Camus (1942) que generó una metáfora de esta condición de Sísifo con la condición humana, a veces determinada por lo absurdo. Camus cuestiona el sentido de la vida, indicando que las experiencias vitales son absurdas y repetitivas. Pero pueden adquirir sentido y valor cuando las hacemos propias.
Como Agilista, me he sentido frecuentemente en esta condición. Ajeno a que sea un castigo impuesto por los dioses (bueno, algo de esto puede ser) me encuentro continuamente cargando una roca pesada (la co-responsabilidad de una transformación ágil) cuando de pronto alguien (persona – proyecto – decisiones divinas) provocan que lo que se ha ganado de altura, con tanto esfuerzo y enfoque, rápidamente se vaya hacia abajo en la montaña.
Es lastimoso lo absurdo de las razones por las que esto pasa: llegó un nuevo jefe, se acabó el presupuesto, no hay resultados rápidos, entre otros.
Si has vivido una real transformación ágil, debes sentir resonancia en tu ser con mis palabras. Sí, es importante la adaptación, la perseverancia, no rendirse. Pero hay una condición que un agilista tiene derecho a sentir: cansancio.
He platicado con algunos conocidos respecto a la importancia de tomar pausas creativas en el medio de un ritmo constante de trabajo (sin importar lo que hagamos). Es en estos momentos donde tenemos que llenarnos de energía, esperanza, conciencia y resistencia para regresar a la misión de la agilidad. Esto es fundamental para permanecer lo más mentalmente saludables.
¿Cuántas veces nos hemos sentido abatidos por lo que logramos o no logramos? ¿Por qué es tan difícil demostrar la vulnerabilidad y hartazgo cuando las personas consideran que los esfuerzos que hacemos son en vano o son “lentos”?
Porque necesitamos respuestas a todas las preguntas. Porque toda acción tiene una causa. Todo es ensayado y predecible.
Pero, en la dicha de las culturas de experimentación, he encontrado ideas que han permitido impulsar hacia adelante los esfuerzos de la agilidad. He encontrado personas con poder de influencia en la organización que nos ayudan a difundir la voz y la necesidad de la implementación. Y se hace.
No seamos crueles con las personas que están haciendo un esfuerzo para mejorar, para aprender, para adaptarse al cambio. Cada persona está viviendo una lucha personal con diferentes perspectivas.
Hagamos de lado esa frialdad de los procesos e indicadores como la única forma de saber si estamos avanzando o no.
Agilista: disfruta el camino.
Celebra cada pasito, así sea el más pequeño.
Aprecia la retroalimentación que te den, por más oscura que sea.
Ayuda a otros y no minimices los esfuerzos que las personas realizan. No sabes lo que la persona está haciendo para lograr ese esfuerzo.
Sé humilde.
Ve lo bueno y lo malo de las cosas.
Y, por mucho que te avienten la roca para abajo, camina despacio y reflexiona en el camino lo que harás diferente para que disminuyas las probabilidades de que te la tiren de nuevo.
Encuentra aliados, camina por lo áspero. Pero no desistas. No te dejes vencer por el sistema.
Hay muchas organizaciones que requieren agilistas de corazón. Y ellas son las que valorarán estos esfuerzos.
Por último, quiero compartir este párrafo del poema “La mala suerte” de Charles Baudelaire.
Para alzar un peso tan grande
¡Tu coraje haría falta, Sísifo!
Aun empeñándose en la obra
El Arte es largo y breve el Tiempo